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Murales que marcan la historia de México

Diego Rivera es considerado uno de los principales muralistas de México. Estudió en varios países de Europa, donde se interesó por el arte de vanguardia y abandonó el academicismo. Identificado con los ideales revolucionarios de su patria.

Junto con David Alfaro Siqueiros se dedicó a estudiar en profundidad el arte maya y azteca, que influirían de forma significativa en obras posteriores. En colaboración con otros destacados artistas mexicanos del momento, fundó el sindicato de pintores, del que surgiría el movimiento muralista mexicano, de profunda raíz indigenista.

En la década de los años 20 recibió numerosos encargos del gobierno de México para realizar grandes composiciones murales tales como Palacio de Cortés en Cuernavaca, Palacio Nacional y Palacio de las Bellas Artes de Ciudad de México y Escuela Nacional de Agricultura en Chapingo, en las que Rivera abandonó las corrientes artísticas del momento para crear un estilo nacional que reflejara la historia del pueblo mexicano, desde la época precolombina hasta la Revolución, con escenas de un realismo vigoroso y popular, y de colores vivos.

Debido a que la mayor parte de los mexicanos era analfabeta, el muralismo se convirtió en una técnica formidable para espacios abiertos y en una herramienta didáctica para transmitir por medio de trazos muy preciosos, mensajes a quienes los contemplaban. Otros de los grandes representantes artistas mexicanos se encuentran como David Alfaro Siqueiros y Clemente Orozco.

En Palacio Nacional, el mural de Diego Rivera son espacios que causan admiración a propios y visitantes, es la obra pictórica del muralista. El muralista mexicano inició su pintura en 1929 en el cubo de la escalera principal de Palacio Nacional, donde resumió su concepción de la historia de México: en el ala norte del cubo rescató la cultura tolteca como una civilización gloriosa representativa de la época clásica prehispánica. En la parte central se ubica un hombre blanco y barbado, rodeado de su pueblo: se trata del sacerdote Quetzalcóatl, quien enseñó a su pueblo artes, oficios y leyes justas para sus habitantes. Los conflictos generados con otros pueblos obligaron a este hombre a embarcarse hacia el oriente, escena que se aprecia en la parte superior de este espacio; en la zona central Rivera plasmó un sol invertido y enseguida un volcán en erupción (a propósito de la decadencia de las culturas prehispánicas después de la conquista española), de donde sale el dios Quetzalcóatl en forma de serpiente emplumada, su significado en náhuatl.

Se representan distintas escenas de la historia de México en la enorme zona media del mural, tales como: en el centro una águila con el símbolo de la guerra y la vida en el pico; la conquista armada de los españoles sobre Tenochtitlán, bajo ella; la conquista espiritual (franciscanos evangelizando, dominicos gobernando el Santo Oficio de la Inquisición); cuenta con cinco arcos con escenas del México independiente: la intervención norteamericana de 1847; la segunda intervención francesa y el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo; la Reforma liberal de 1857; la lucha de independencia de 1810 y la revolución mexicana de 1910.

El espacio sur de este cubo está reservado a los ideales socialistas de Diego Rivera: en él se aprecia la transformación de la sociedad mexicana capitalista de su época en una sociedad socialista por medio de la lucha armada por parte de campesinos y obreros contra la propiedad privada de los medios de producción de las burguesías mexicana y extranjera, así como la educación obligatoria por parte del Estado mexicano a sus habitantes de todas edades y condiciones sociales como elemento de transformación intelectual ante el opio de las sociedades que representa la iglesia católica. El final de este espacio lo corona un sol naciente y el mismo Carlos Marx señalando a un campesino, un obrero y un militar la igualdad que permite un Estado socialista para el pueblo.

Se puede observar el corredor norte, el cual está reservado para distintas esenas de la vida cotidiana prehispánica en diferentes tiempos de las culturas mesoamericanas; el recuento que hace de ellas denota un gran conocimiento por parte del artista de aquelperiodo; las escenas son: el mercado de Tlatelolco, con sus habituales transacciones a través del trueque; el cultivo del algodón y su teñido animal y vegetal; el trazo de caminos; la interpretación de oráculos; el arte de la orfebrería y el arte plumario; el pago de tributos en especie; el cultivo de cacao, maíz y el extracto de la savia del árbol de hule y del pulque; la construcción de bases piramidales, y la tradición sagrada del rito del “volador”.

El último panel decorado por Rivera se encuentra en el corredor oriente y es conocido como “El desembarco de los españoles”, donde plasmó la decadencia del espléndido mundo prehispánico después de la conquista española, reflejada en la mezcla de razas, las enfermedades, la llegada de la esclavitud negra, la llegada de animales de granja europeos, en fin, el cambio del sistema de producción.

Como mexicanos tenemos el orgullo de recibir a grandes mandatarios de diferentes países del mundo. Cada uno de ellos nos honran con su presencia, un claro ejemplo de ello es la visita de la Duquesa Camila a Palacio Nacional, donde la Primera Dama de México, Angélica Rivera de Peña, le dio a conocer a través de un recorrido los murales de Diego Rivera. Lo que nos permitió una vez más dar a conocer nuestra cultura mexicana.

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