Cálidos, festivos y generosos. Así definen a los mexicanos la mayoría de los extranjeros que han tenido la oportunidad de vivir algún tiempo entre nosotros. Aseguran que es notable nuestra disposición no solo a demostrar afecto sino la necesidad de sentirnos apapachados por nuestra gente más cercana. Quizá es por ello que hemos acogido con tanto entusiasmo la celebración del Día del Amor y la Amistad cada 14 de febrero, una fecha que mucha gente considera algo frívola, pero que en México hemos enriquecido con nuestras tradiciones y alguna que otra original idea para manifestar nuestros sentimientos por alguien.
Cierto es que celebrar esta fecha no tiene ningún vínculo con nuestra historia, pero el amor es un motivo de fiesta para todos los seres humanos y las civilizaciones. Y así como los griegos y romanos tuvieron deidades que representaban a este sentimiento en sus diversos matices, también los mexicas, la antigua civilización que habitó tierras mexicanas, tuvo a una divinidad que personificaba al amor. Bueno, en realidad, eran dos: Xochipilli y Xochiquétzal.
Xochipilli era como el Apolo de los mexicas. También conocido como Macuilxóchitl, era el dios del amor, los juegos, la belleza, la danza, las flores, el maíz y las canciones. Su nombre significaba ‘príncipe de las flores’ y tenía una hermana gemela o esposa, Xochiquétzal, que quiere decir flor preciosa o pájaro florido. Ella estaba asociada con la fertilidad de la naturaleza. De ellos nació Centéotl, el dios del maíz.
En honor a esta pareja de dioses se hacían ayunos de cuatro días, se sacrificaban insertándose espinas de maguey en la lengua y se hacían ofrendas de maíz y pan. También se bailaba al ritmo de unos tambores llamados teponaztli.
Sin embargo, nada de esto se toma como referente en México para celebrar el Día del Amor y la Amistad. Esta fiesta es una aportación europea y existen varias versiones al respecto de su origen.
A fines de enero, las tiendas y restaurantes se visten de corazones, figuritas de cupido, globos y listones. Por las calles y lugares turísticos es común ver a los globeros con su colorida carga, y en las plazas comerciales, los aparadores lucen atestados de propuestas para regalar desde una sencilla tarjetita, pasando por los clásicos muñecos de peluche y chocolates, hasta joyas, perfumes, teléfonos celulares y ropa interior.
‘Regale aprecio, no lo compre’, decía un viejo anuncio de televisión que se quedó en la sabiduría popular de los mexicanos. Pero la frase se pierde entre tantas cosas bonitas que hay para regalar.
Antes, eran las mujeres quienes más recibían regalos, chocolates y flores. Hoy ya no se ve mal ni que una chica le proponga una relación a un hombre, ni que ella le regale algo, y entonces también los aparadores ‘para ellos’ se visten de corazoncitos de papel: carteras, lociones, corbatas, suéteres…
En efecto, la fecha es comercial, pero se adapta muy bien al carácter cariñoso y fiestero que define a los mexicanos. Nos valemos de este lindo pretexto para apapachar a la pareja, a los amigos y a la familia.
Fuente: Inside México