En su primer fin de semana de exhibición, esta muestra ha despertado el interés de capitalinos y turistas, quienes tienen la oportunidad de admirar las obras maestras de la cultura mexica como lucieron originalmente en los siglos XV y XVI.
Y es que, tras más de 25 años de investigaciones a cargo de un grupo interdisciplinario de arqueólogos, restauradores, químicos, artistas y arquitectos adscritos al proyecto Templo Mayor, es que se pudo devolver a estas esculturas su colorido, conformado por una paleta de cinco colores básicos: rojo, blanco, azul, negro y ocre, la mayoría de origen inorgánico.
En Nuestra sangre. Nuestro color, el público puede apreciar las réplicas tridimensionales a todo color de los monolitos de las diosas Coyolxauhqui, de la Luna y Tlaltecuhtli, de la Tierra, así como dos cabezas monumentales de serpiente.
También se exhibe un Chac Mool, un guerrero estelar y un cráneo humano, todos con la recreación de su cromatismo original y que son obras maestras del Museo del Templo Mayor que en esta exposición se reúnen por primera vez.
Los visitantes además podrán conocer los minerales de donde se extraían los pigmentos y a través de videos explicativos, acercarse al trabajo realizado por los investigadores para recuperar el color que las piezas poseían.
La muestra finaliza con una sección de objetos de pequeño formato, como vasijas, cetros, cuchillos, relieves y almenas que por ser parte de ofrendas, estuvieron en mejores condiciones de conservar su pigmentación.
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