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Flor y Canto

FLOR Y CANTO
(IN XOCHITL IN CUICATL)

Por: Gabriel Romero Romero

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La filosofía es la base de cualquier civilización. La estructura fundamental de la sociedad se encuentra en una compleja explicación, que le da significado y sentido a la vida y al mundo. Pocos son los autores que en nuestros días se han planteado la existencia de un complejo y profundo sistema de ideas del mundo y de la vida, que puedan explicar cabalmente la existencia del ser humano, la vinculación con la naturaleza, el cosmos y sus creaciones materiales, y fundamentalmente, el camino para encontrar la trascendencia espiritual de su existencia a partir de la conciencia.

El ser humano requiere cotidianamente apreciar y disfrutar de la belleza. Desde los mismos orígenes del tiempo, cuando levantó la cabeza y contempló el universo y tuvo conciencia del maravilloso mundo que le rodeaba y de sí mismo, como respuesta a este vital impulso la humanidad comenzó a recrear la belleza.
El conocimiento logrado en este terreno fue indiscutiblemente de increíbles alcances. Los testimonios materiales de su impresionante esfuerzo por llegar a la consciencia total o a la luz, nos siguen maravillando hasta nuestros días; hoy que solo nos quedan las ruinas materiales de las llamadas “zonas arqueológicas”, nos deslumbran no sólo por la grandeza arquitectónica y las proezas técnicas, sino fundamentalmente por su magnificencia espiritual; pero al mismo tiempo, paradójicamente, sorprende el desconocimiento que actualmente tiene la sociedad mexicana sobre el tema central de la existencia de nuestros antepasados.

En todas las religiones y en todo tiempo y espacio. La contemplación de la belleza es una “gracia” que nos permite acercarnos a lo divino, al “Gran Misterio”. Nuestros Viejos Abuelos metafóricamente le denominaban “Flor y Canto”.

El origen divino de la poesía, da al hombre la posibilidad de decir “lo único verdadero” y el único recuerdo del hombre en la tierra:

“Del interior del cielo vienen las bellas flores, los bellos cantos. ¿He de irme como las flores que perecieron? ¿Nada quedará en mi nombre? ¿Nada de mi fama aquí en la tierra? ¡Al menos flores, al menos cantos!”.

Flor y Canto, nombre que se le da a la poesía en la lengua náhuatl, son el camino para encontrar a Dios, una invocación al Dador de la vida, el cual se hace presente al inspirar el arte y la poesía:

“Por allá he oído un canto, lo estoy escuchando… ya te contesta desde el interior de las flores… ¿Dónde vives, oh mi dios, dador de la vida? Yo a ti te busco (…) Sólo el dios escucha ya aquí, ha bajado del interior del cielo, viene cantando”.
“¿Son acaso verdaderos los hombres? ¿Mañana será aún verdadero nuestro canto? Aquí vivimos, aquí estamos, pero somos indigentes, oh amigo”.

Son las flores y los cantos lo único que puede ahuyentar la tristeza:

“con mis cantos, como plumas de quetzal entretejo a la nobleza, a los señores, todos andamos en medio de la primavera”.
Flor y Canto son la riqueza y alegría de los príncipes.
Flor y Canto son el único medio para embriagar los corazones y olvidarse de la tristeza:
“Las flores que trastornan a la gente, las flores que hacen girar los corazones flores que embriagan”.
Flor y Canto deleitan al hombre y acercan al Dador de la vida:
“…yo florido colibrí, con aroma de flores me deleito, con ellas mis labios endulzo. Oh Dador de la vida, con flores eres invocado”.

IN IXTLI IN YÓLLOTL

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Rostro y corazón; simboliza el concepto de “personalidad”, lo que es exclusivo del hombre.

Debido a que el ser humano nace sin el rostro y el corazón definidos, de ahí que el ideal supremo de la educación sea la Ixtlamachiliztli, “acción de dar sabiduría a los rostros” y la Yolmelahualiztli, “acción de enderezar los corazones”, y esto es tarea de los padres el “hacer sabios los rostros y firmes los corazones” a través de la educación para conquistar el supremo ideal del hombre y la mujer nahuas de “ser dueños de un rostro y de un corazón”.
“El hombre maduro: corazón firme como la piedra, corazón resistente como el tronco de un árbol; rostro sabio, dueño de un rostro y un corazón… La mujer ya lograda… la femineidad está en su rostro” (Códice Matritense de la Real Academia, fol. 109 v).

Ixtli o rostro connota la fisonomía moral del ser humano, es la manifestación de un “yo” que se ha adquirido por la educación y caracteriza la naturaleza más íntima del “yo” original de cada persona. Yóllotl o corazón, “la movilidad de cada quién”, es el principio dinámico de la acción del hombre, que busca y desea: “Por esto das tu corazón a cada cosa” y a veces se pierde: “Sin rumbo lo llevas: vas destruyendo tu corazón. ¿Sobre la tierra, acaso puedes ir en pos de algo?, pero se encuentra cuando da con “lo único verdadero en la tierra”: la poesía:

“Ladrón de cantares, corazón mío… toma bien lo negro y rojo (el saber). Y así tal vez dejes de ser indigente”(Cantares Mexicanos, fol. 2 v y 68 r)

también es concebido como un libro de pinturas en el que puede leerse, después de dialogar consigo mismo, el mensaje de la Voz y el Canto:

“Libro de pinturas es tu corazón. Has venido a cantar… En el interior de la casa de la primavera das deleite a la gente” (Romances de los Señores de la Nueva España, fol. 19 r)

Respecto al ideal educativo de “rostros sabios y corazón firme”, aunque hubo diferencias entre los que participaban de la visión místico-guerrera del mundo y los que pretendían un renacimiento de los antiguos ideales toltecas simbolizados por Quetzalcóatl, jamás se perdieron las hondas raíces toltecas.

Mencionamos algunas fuentes que contienen el tema que nos ocupa: el Códice Florentino, indica que uno de los ritos practicados al nacer el niño era su consagración a una escuela determinada, para que con su preparación específica se insertara en su propia cultura; esta misma fuente, en el folio 74 y siguientes, contiene una exhortación de los padres a su hija de seis o siete años acerca de la difícil situación del hombre en la tierra, de cómo actuará sobre sus actividades al nacer un nuevo día, sobre la moralidad sexual, cómo ha de hablar, caminar, mirar, ataviarse, y finalizan con el deseo de que el Dueño del cerca y del junto le conceda calma y paz. En el Códice Matritense, en un huehuetlatolli, se describe el ideal de vida que un rey le explica a su hijo:

Se requiere un hombre que llore, que eleve al dios su emoción… Atended al cultivo de las artes: el arte de la pluma, del labrado de la madera, que éste es el remedio de la pobreza y de la indigencia… Atended muy principalmente al surco y al caño de riego… Vive con los demás en paz y quietud… A nadie desprecies y a nadie te opongas… No te exhibas como un sabelotodo y que digan lo que digan… Y aun estando a punto de perecer, no des el mismo pago a los que en ese estado te pusieron.

Estas líneas revelan el profundo conocimiento que tenían de la naturaleza del hombre: es un ser que actúa, busca encontrar el sentido constante de su vida. Estas fuentes muestran la relación estrecha de los ideales éticos y educativos con el concepto de in Ixtli in Yóllotl.

Los nahuas antiguos consideraban que con una personalidad o un rostro y un corazón formados auténticamente a través de lo único verdadero que hay en la tierra, in xóchitl in cuícatl, se podía escapar del sueño del tlaltícpac, lo que está sobre la tierra, debido a que flor y canto al darle neltiliztli o raíz y sentido a su vida en este mundo transitorio lo capacitaba para encontrar su propia verdad.

Con todo lo que hemos señalado, consideramos que la concepción náhuatl de la persona no es cerrada ni estrecha; por el contrario, es una mirada viviente que deja abierto el camino a la educación, la cual es concebida como formación del rostro y humanización de su querer.
El espíritu humano necesita de la belleza, cómo las plantas la luz del sol. La belleza es consustancial a la existencia de la vida espiritual y ésta a su vez, es la esencia primigenia del significado de la vida humana.

La conexión energética entre el espíritu y la belleza es total y absoluta. La belleza nos devuelve esa sutil fragancia que abre nuestra sensibilidad e inunda de alegría nuestra vida. Esa alegría que viene de los más hondo y de lo más genuino de nuestro ser y que fugaz se aprecia en el brillo de los ojos. Porque el ser humano, más allá de su materia, en su esencia espiritual es la expresión de la más fina y pura energía que existe en el universo. No en vano los teólogos afirman que en lo más profundo de cada uno de nosotros habita lo inconmensurable y divino del universo, que unos llaman “Dios”. Es por ello que la belleza siempre ha sido relacionada con la divinidad.

De esta manera el arte cobra su verdadera dimensión en la civilización humana. La función del arte es acercar lo más posible a lo humano con lo divino a través de la belleza.

De este modo el arte es un medio de expresión de la belleza, pero no el único, ni el más recurrente. En efecto, la belleza ha estado presente en la Naturaleza por miles de años, acaso 150 mil, desde la irrupción del Homo Sapiens en el planeta hasta nuestros días. Antes que la “cultura” la “natura”, pero resulta que la belleza sólo se hace tangible con la interrelación del espíritu; se requiere de la percepción y sensibilidad del espíritu humano, para que la belleza exista y paradójicamente, sin la belleza lo humano no existe.

La belleza es entonces un alimento vital para la existencia espiritual.

Pero, qué nos ha pasado en estos tiempos de la “modernidad, neoliberalismo y globalización”.

La sociedad vive íntegramente por la generación de la riqueza material.

En efecto, la visión economicista ha eclipsado cualquier otra posible interpretación de la vida. La vida humana es un insumo del mercado y la sociedad vive un permanente frenesí, que crece sin límite y medida, cada vez a mayor velocidad.

La diversión y la superficialidad ponen la norma, el vértigo de una vida vacía e insustancial es la esperanza de las multitudes solitarias, colmadas de desolación, el canal de las barras y las estrellas diariamente invade los espacios de lo íntimo, familiar y social, bombardeando la existencia con los valores y principios de “su belleza” chatarra.

La gente: –nace, crece, ve televisión, se reproduce, trabaja, compra, paga y muere– y a otra cosa mariposa, que aquí no ha pasado nada, sólo el Mercado crece.

La “belleza” que hoy instintivamente la gente busca es propiedad del Mercado, quien la regula, la crea y la administra. El Mercado se ha posicionado de la “belleza” y ahora ésta ha entrado al marketing.

La “belleza” se representa por una marca, un modelo, un precio, un estereotipo, una moda, una empresa, una imagen, un estímulo. La “belleza” es ahora patente de marca del Mercado.

La “belleza” ahora se compra, se oferta y se remata. La “belleza” está en manos del mejor postor. La “belleza” se crea en laboratorios, gabinetes de investigación, sesiones de consejo, junta de ejecutivos o hasta en impenetrables bunkers. La “belleza” ahora sólo sirve para hacer dinero y sólo habla en ingles

Los seres humanos, usted y yo, amable lector, de cara al nuevo milenio y ante la pérdida de los valores más esenciales de la vida, requerimos imprescindiblemente iniciar un viaje al centro de nosotros mismos, para ir en busca de la belleza perdida.

La belleza en una sonrisa de un niño, la belleza de un amanecer, la belleza de un generoso rasgo humano, la belleza de una familia unida, la belleza de un bosque, una cascada o una montaña. La belleza de un cielo estrellado o el canto de las aves. La belleza de escuchar el latido de un corazón o el ruido que hacen las olas al reventar contra las solitarias rocas.

La belleza es arte, la belleza es poesía, la belleza es Flor y Canto.

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