La plástica mexicana ha sido muy afortunada y prolífica, desde inicios del siglo XX pintores, escultores y fotógrafos incluso, tuvieron la capacidad de interpretar acontecimientos políticos, sociales, económicos, y sobre todo crear estilos propios que dieron un sello único al arte mexicano.
La pintura mexicana en particular, ha vivido diferentes momentos representativos con artistas cuya propuesta no sólo se centra en su estilo y temáticas, sino en el abanderamiento de ideologías que se llevaron a todos los contextos de su vida.
José María Velasco, nacido en el Estado de México, es uno de los pintores y paisajistas reconocido por su inspiración en el México campirano provincial, al que aprendió a pintar con mucho esfuerzo debido a sus carencias económicas. Sin embargo, Velasco logra ingresar a diversas escuelas de arte de las que obtiene la definición técnica del dibujo que sostendrá el resto de su carrera para ofrecer obras como “Un Paseo en los Alrededores de México”, de 1866, “El Panorama del Valle de México, 1875”, “México”, 1877, “Paisaje de Metlac”, de 1881, “Hacienda de Chimalpa” de 1883.
Velasco también se interesó por otras temáticas, como la vida marina, temas que corresponden a las pinturas “Evolución de la vida marina”, Evolución de la Vida Continental”. Murió en 1912 siendo hasta entonces uno de los mejores paisajistas reconocidos en México y en el mundo.
Posteriormente ya en el siglo XX, el muralismo mexicano predomina como expresión artística en las primeras décadas, el que sin duda está profundamente influido por la Revolución Mexicana y la propuesta de una identidad nacional.
El lenguaje pictórico que los muralistas asumieron, debía ser coherente con la finalidad de reivindicar a las masas populares, no se trata de un lenguaje abstracto, sino realista, accesible a la comprensión de cualquiera que viviera dentro y fuera del México posrevolucionario.
Entre los más destacados pintores mexicanos se encuentra José Clemente Orozco. nacido en 1883, tomó el camino de la pintura después de haber sido caricaturista en publicaciones emblemáticas de la época como El Hijo de Ahuizote; fue después acuarelista, dedicándose a alternar diversas técnicas que conjuga finalmente la pintura mural.
Entre sus cuadros de gran tamaño se encuentran “Las últimas fuerzas españolas evacuando con honor el Castillo de San Juan de Ulúa” de 1915, en la que todavía no encontraba el estilo propio, pero sí el interés que lo acercaría a las temáticas revolucionarias y nacionalistas, como las que produjo cuando se acercó a otros pintores como Diego Rivera y Siqueiros. Nace con esa unión ideológica el muralismo mexicano interpretando y creando para las masas populares, con una fuerte tendencia de crítica social y de izquierda. Aportó su obra creativa a sitios como la Escuela Nacional Preparatoria con “Cortés y la Malinche”, los frescos de la Biblioteca Baker en New Hampshire. Destacan entre sus obras de menor dimensión “El Combate”, 1920, “Cristo Destruye su Cruz”, de 1943.
Realizó murales en California como Prometeo de 1931, y en New York en la New School for Social Research, en las que muestra la influencia del barroco en creaciones de verdadero dramatismo. Son de extrema fuerza y belleza los murales del Hospicio Cabaña en Guadalajara y los que realizó en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Le pertenecen también los murales de la Suprema Corte de Justicia, tal como “La justicia”, y finalmente, “Alegoría Nacional” de la Escuela Nacional de Maestros.
También nacido en el siglo XIX, (1886), en Guanajuato, Diego Rivera es uno de los personajes emblemáticos del muralismo. Tuvo una formación académica en San Carlos, continuando sus estudios en Europa, de donde regresó una vez influenciado por el cubismo y el realismo. Pero Rivera no se queda en la mera influencia de las corrientes europeas, ya que propone una tendencia compositiva hasta entonces no vista. Rivera es también un artista comprometido con el comunismo, al que representó mucho tiempo y del que tomó el interés por las causas sociales, adquiriendo una visión estética que lo llevó a pintar murales con escenas de la vida nacional, tratando de reivindicar siempre a las clases populares y la belleza rural.
Al lado de Rivera, pero con independencia artística siempre se encuentra Frida Kahlo. Nacida en Coyoacán en 1907, desde sus primeros intentos en la pintura se caracterizó por composiciones referidas a ella misma. Frida fue siempre el tema central de su obra, ya que su vida se transforma en la vivencia cotidiana y difícil de limitaciones físicas que fueron volviéndose más graves. La sensibilidad de Kahlo enmarcó una obra llena de sentimiento, metáforas y encuentros consigo misma y su dolor.
Entre su prolífica obra se encuentran, “Autorretrato con Traje de Terciopelo”, 1926; “Frida Kahlo y Diego Rivera”, 1931; “Autorretrato con Collar”, 1933; “Diego en mi pensamiento”, 1933, “Frutos de la Tierra”, 1938; “Las dos Fridas”, 1939, “Raíces, 1943”.
Fuente: Explorando Mexico