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Dulces típicos mexicanos, una exquisita tradición colonial

En la antigüedad el uso del azúcar era exclusivo de las clases altas de Europa, era comercializado como medicina en farmacias y su distribución era complicada debido a que la caña de azúcar (de donde proviene el 74% de azúcar en el mundo), sólo se producía de forma exitosa en tierras lejanas como la India (lugar donde se cree que proviene).

En Europa la producción de caña de azúcar se concentraba en su mayoría en el territorio de España, bajo manos  árabes. No fue sino hasta en 1493 que Cristóbal Colón introdujo la caña a la isla de Santo Domingo, y finalmente Hernán Cortés distribuye la planta a fines del primer cuarto del siglo XVI al resto del continente Americano.

La introducción del cultivo de la caña de azúcar en el centro y sureste de México, se convirtió en una actividad agrícola, industrial y comercial, logrando que el uso de azúcar se popularizara en todo el mundo, tan así que para el año 1570 el Estado de Morelos ya tenía 30 fincas azucareras para distribuir este preciado producto.

El uso de azúcar en la dulcería mexicana no se da hasta la prohibición del amaranto, ya que en la época prehispánica los dulces y objetos comestibles usados para las ofrendas eran elaborados con maíz, miel de abejas silvestres, miel de maguey y amaranto.

Los dulces mexicanos tienen gran influencia española y árabe, sin embargo el uso de frutas autóctonas es lo que marca la identidad única de éstos, haciéndolos únicos y representativos de las diferentes zonas en donde se elaboran.

Los maestros dulceros fueron en gran parte junto con las religiosas, los instructores de las primeras familias de dulceros que hubo en Puebla. Las mujeres constituyeron un eslabón importante en la tradición dulcera. Muchas de ellas estuvieron al frente de los talleres o de los establecimientos.

El producto que se empezó a vender en las dulcerías se caracterizó, por su alto sentido estético. Los pregoneros hacían más ágil la comercialización de los dulces a través de sus versos y coplas cuando recorrían los diferentes barrios de las ciudades. Confiriendo una experiencia, en la venta de sus productos.

Cada localidad de la República tiene su especialidad dulcera, incorporando una diversidad de formas, colores, ingredientes y sabores incalculables. Los productos más difundidos son: dulce de leche con nuez, alegrías, palanquetas de cacahuate, cocadas, mermeladas de las más variadas frutas, chongos de leche cuajada, buñuelos bañados con miel de piloncillo, golosinas callejeras (frutas cubiertas, merengues, muéganos, charamuscas, barras de coco y piña).

 

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