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Los tesoros de la Bahía de Chetumal

La hermosa Bahía de Chetumal es un prodigio soslayado. Sus lagunas costeras, islas y amplios manglares, así como sus aguas de tono verde esmeralda cobijan un hervidero de vida silvestre y algunas maravillas creadas por el hombre.
Aquí presentamos una ruta como para un día de excursión desde Chetumal, que permite conocer por tierra algunos de estos tesoros: un agradable balneario provisto de inolvidables restaurantes de mariscos; ruinas españolas que coronan otras, más antiguas, mayas; la casa de un manatí excéntrico amigo de los seres humanos y un bello paraje donde un arroyo alimenta una soberbia laguna. Es sólo una pequeña muestra de todo lo que hay por descubrir en este fascinante mar interior.

Los puntos que conforman esta ruta se encuentran todos al norte de Chetumal y están muy cerca de la capital quintanarroense. Raudales, el más lejano, a tan sólo 31 kilómetros. En Chetumal, el boulevard Bahía o el Centenario terminan convirtiéndose en la carretera a Calderitas. Desde el centro, son unos 8 kilómetros hasta una glorieta con una escultura amarilla y negra llamada “El Saxofón”. Si se continúa sobre la misma dirección, un kilómetro más adelante se llega a Calderitas y otros 7 kilómetros después, a la zona arqueológica de Oxtankah. Pero si en la glorieta se dobla a la izquierda (norte), se toma el camino que lleva a Laguna Guerrero, Raudales y a la desviación rumbo a Punta Lagarto.

Todos los caminos de esta ruta están pavimentados, salvo la desviación a Punta Lagarto que es una buena terracería transitable en cualquier temporada. Si no encuentra algún señalamiento, los lugareños seguramente lo orientarán para llegar a su destino. Hay transporte público frecuente que conecta a la zona con Chetumal.

Calderitas

Calderitas es casi un barrio de Chetumal y es a esta ciudad lo que alguna vez fue Boca del Río para Veracruz: el rumbo relajado a donde se va a comer los mejores mariscos de la zona mientras se goza de la majestuosa vista del mar. Bajo grandes techos cónicos de hoja de palma, los restaurantes de Calderitas ofrecen pescado, camarón, caracol, langosta, pulpo, y demás delicias del mar, en las distintas versiones nacionales y locales.
Calderitas es también un balneario. Algunos tramos costeros se han habilitado como playa artificial mediante grandes sacos de arena, y no es poca la gente que aprovecha este espacio para tomar el sol o echarse a nadar en las mansas aguas de la bahía de Chetumal. El área cuenta también con hotel, trailer park, paseos en lancha y renta de kayacs.


Para los amantes de la pesca y el esnórquel

En Calderitas se puede alquilar una lancha y hacer un paseo en torno a la isla de Tamalcab, ubicada a solo 2 kilómetros de la costa. En esta isla de 9 kilómetros de largo y unos cuantos cientos de metros de ancho hay mono araña, coatí, agutí, águila pescadora y diversas variedades de garza. Los apasionados de la pesca y el esnórquel consideran sus aguas adyacentes como de las mejores en la región.

Oxtankah

Este sitio, cuyo nombre en maya yucateco significa “entre ramones”, se sitúa 7 kilómetros al norte de Calderitas. Esta ciudad surgió y alcanzó su apogeo durante el periodo Clásico de la Cultura Maya, entre los años 300 y 600 d.C.

Posteriormente decayó, pero se mantuvo habitada hasta la llegada de los conquistadores españoles. Su ubicación a menos de 1,000 metros de la Bahía de Chetumal ha llevado a algunos investigadores a pensar que quizá fue ésta la gran ciudad de Chactemal citada en las fuentes históricas. La mayoría de los edificios que se pueden ver hoy en esta zona fueron erigidos entre los siglos IV
y VI, si bien luego muchos de ellos fueron modificados entre los siglos XI al XVI d.C. Se encuentran agrupados principalmente en torno a dos plazas llamadas de las Abejas y de las Columnas.

En la primera hay un altar central y varios basamentos piramidales en los costados, algunos de los cuales tuvieron carácter residencial. Ahí, el edificio IV conserva en su cima los restos de lo que pudo ser un laberinto sagrado. En la segunda plaza, destacan una empinada pirámide y los restos de una edificación que parece haber tenido funciones de palacio. Varias de estas construcciones tuvieron como decorado grandes mascarones de estuco policromado que hoy han desaparecido. Hacia el oriente de la zona se ubican los sorprendentes vestigios de una capilla cristiana sobre algunas ruinas mayas. Se cree que tal capilla fue construida por el conquistador Alonso de Ávila en 1531 aunque algunos expertos piensan que tal capilla es más bien de finales del siglo XVI o principios del XVII. Como sea, esta combinación de restos arqueológicos mayas y españoles se han convertido en la imagen emblemática de Oxtankah.

El visitante encontrará en esta zona un pequeño museo de sitio con algunas reproducciones de piezas de cerámica halladas en este lugar, así como dibujos de las construcciones y algunos mapas. Aparte, en las veredas hay algunas cédulas con los nombres en maya y castellano de los árboles presentes en la zona, como el guanacaxtle, el ramón, el jobo y el pixoy. La zona arqueológica abre todos los días de 8:00 a 17:00 horas (la admisión es hasta las 16:20). Los domingos la entrada es libre.

 

Laguna Guerrero

De Oxtankah es preciso regresar hasta la glorieta con la escultura amarilla y negra del Saxofón que está un kilómetro al sur de Calderitas. Ahí hay que doblar al norte rumbo a Laguna Guerrero y Raudales. A 7 kilómetros de la glorieta está una desviación que a mano derecha conduce a la playa Punta Lagarto, a 8 kilómetros de ahí. En dicho lugar el manglar se abre y deja un pequeño espacio de arena para quienes quieran gozar con las aguas de la bahía. Por lo demás el sitio es bastante rústico y apenas cuenta con servicios de restaurante, sobre todo en vacaciones y fines de semana. Desde la desviación son otros 13 kilómetros hasta el poblado de Laguna Guerrero. Ahí, el viajero encontrará algunos servicios, además de embarcaderos para este hermoso cuerpo de aguas salobres que se extiende en su parte principal por casi 10 kilómetros. A mitad del caserío, junto a la laguna se encuentra uno de los sitios más interesantes de esta ruta.

Tiene un título formal larguísimo: Centro de Atención y Rehabilitación de Mamíferos Acuáticos del Área Natural Protegida Estatal “Santuario del Manatí-Bahía de Chetumal”, pero todo mundo lo conoce simplemente como El Corral de Daniel, porque ahí vive desde hace tres años el manatí de este nombre, bajo el cuidado de don Eladio Juárez.

El corral no tiene más de 20 metros de largo por 10 de ancho. A los lados hay una suerte de muelle y un mirador elevado desde donde es posible admirar a Daniel. La historia de Daniel es rara, pero esperanzadora. Fue encontrado recién nacido con todo y cordón umbilical en septiembre de 2003. Como estaba abandonado se le dieron cuidados maternales.

Lo alimentaron con una leche especial importada de Florida y al cabo de casi dos años, cuando ya estaba en edad de ser destetado, lo soltaron en el medio silvestre. Sin embargo, Daniel prefería la compañía de los humanos y una y otra vez regresó hasta que se dieron cuenta de que su vida estaba ahí, en su corral. La visita al lugar es formidable. Además de poder admirar a Daniel, don Eladio da una explicación muy bien informada sobre los manatíes y los esfuerzos que diversos organismos públicos y privados, de índole nacional e internacional, están haciendo en la bahía de Chetumal para sostener el santuario de estos pacíficos mamíferos en peligro de extinción. La visita no cuesta nada y se puede hacer “en horas razonables”, dice don Eladio.

Raudales

Desde Laguna Guerrero son 3 kilómetros hasta Raudales, un bonito paraje de la ribera de la laguna Guerrero, junto al ejido de Úrsulo Galván. En este lugar desemboca un fresco arroyo que proviene de la laguna de Bacalar, de modo que el visitante tiene diversos tipos de agua para escoger donde meterse. En la zona hay lugar para acampar y tiendas de abarrotes. En fines de semana y vacaciones son varios los restaurantes que están en servicio. Ahí también hay kayacs de alquiler y lanchas para paseos por la laguna. En las cercanías se ubica un mirador de dos pisos excelente para los amantes de la observación de aves.


Santuario del Manatí 

Esta historia comienza como tantas otras en nuestro país y en nuestro mundo: una especie que hace siglos o milenios era abundante fue implacablemente diezmada debido a la cacería, la contaminación y la destrucción de su hábitat, hasta que llegó al borde de la extinción. Nos referimos al manatí antillano (Trichechus manatus), el mismo que los hombres de Hernán Cortés confundieron con sirenas. Como las demás especies del orden de los sirenios, este manatí es un gran mamífero marino herbívoro, cuyo hábitat original abarcaba desde Florida hasta Brasil. Llega a vivir 60 años.

Los ejemplares adultos pesan Normalmente entre 500 y 600 kilogramos y miden hasta 3 metros de largo. En vez de brazos y piernas, este tranquilo animal tiene dos aletas anteriores y una cola en forma de paleta redondeada que le sirve para impulsarse. Sus labios tienen mucha movilidad, dado que con ellos arranca la hierba acuática con que se alimenta. Aunque carece de depredadores naturales, tiene un grave problema para subsistir como especie: su reproducción es muy lenta. El periodo de gestación del manatí es de trece a catorce meses y en cada parto nace sólo una cría. Las hembras se vuelven a aparear hasta tres años después de parir.

En 1996, el Gobierno del Estado de Quintana Roo estableció el llamado “Santuario del Manatí”, un área natural protegida de 281,000 hectáreas que abarca el Río Hondo, la Bahía de Chetumal y la Laguna Guerrero.

Desde entonces, distintos organismos gubernamentales, además de centros de estudios superiores, instituciones privadas y organizaciones conservacionistas internacionales han sumado esfuerzos para ayudar a sostener este santuario.

Fuente: Grandcostamaya.com

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